9 instantes de un retorno a Cuba

Efectivamente, al existir clientes la cerveza y los refrescos se vuelven ubicuos. La vieja Bucanero tiene nueva identidad gráfica, pero sigue siendo una cerveza fuerte un tanto extraña que es lo que siempre he preferido beber aquí. Y aunque  la presencia de Coca-Cola hecha en México es mucho más evidente y generalizada, la versión competitiva local TuKola está sabrosa. Ah, la revolución no es lo que era. Sentado a la orilla de la bahía de La Habana gentes con ropas baratas pero impecables y muchísimos collares y anillos dorados se sienta a conversar con entusiasmo. La atmósfera es un tanto choni, una vida social que era inexistente se ha vuelto normal, parecen muchos de ellos más cubanos de allá que de acá. Converso con Gustavo: en la mejor tradición del país, se gana la vida con su Moskovitz transportando extranjeros y mandamases de un sitio a otro. Nos hacemos amigos: la hija en Lérida; le pregunto si cree que volverá. Él me dice que no lo hablan, que no lo dirá, que no se lo preguntará, pero que tiene la certeza de que no regresará. No se lo reprochará, ella tiene la oportundidad pero él, mecánico de más de 56 años, cree que ya no tiene futuro y sólo tiene presente. Una cerveza fría, un poco de lechón asado la noche del sábado es todo lo que espera ya. Porque el tipo no se muere. Eso lo digo yo, por si la seguridad cubana rastrea medios sociales y ficha presuntos proscritos. Que existe un cambio lo prueba la langosta que como en un paladarcito en un pueblito al lado de la escuela: no es la langosta, ese clásico antes clandestino del paladar. Es el perfecto orden de limpieza del restaurante, sus camareros atildados, los suelos nuevos, la atmósfera agradable aunque aún con el aire de materiales simples y baratos que subsiste incluso en los chiringuitos de costa españoles. Pero el departamento reservado para los profesores extranjeros tiene la precariedad conocida en la Cuba real. La real de lo que fue el período especial, que me dicen que ya no existe. Una enanita de piedra está en el jardincito de la puerta, no sabes bien qué pinta allí o qué extraño sueño de normalidad de clase media aspira o aspiró a representar. Opuesto a la enanita, un paisaje extenso. Siempre fui advertido, Armando lo decía: «Cuba es La Habana y el resto es paisaje».

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