Lo he sentido siempre como
un bar de pueblo. Aunque de brasileños. Los domingos hay feijoada, las actuaciones musicales de entre semana sólo tienen unos pocos foráneos habituales:
Viela lo prefiere con arroz y no patatas. Nos dicen en la barra que hay cositas para cenar. Al final, se hacen con el sentido del tiempo propio de la América del sur. A mí me llega con patatas asadas: una salsa que no sé por qué llaman relleno – aunque da igual – en la que identifico sabor a marisco, gambas sueltas y champiñones. Algo de pimiento. Es un picar agradable, no sublime pero entretenido, calentito y que marida bien con unas Mahou que vienen con el frío que deben tener: ese frío que se ha pegado a la botella y hace que el contenido se conserve en ese estado de sabor y frescor que lo hacen largamente placentero.