El Joselete

En uno de los momentos más brillantes de Do the right thing, Spike Lee le pregunta a John Turturro quién es su jugador de baloncesto favorito (Magic Johnson), y quien es su cantante favorito (Michael Jackson) para después recordarle que todos esos son negros y que por qué odia a los negros. Para Turturro, sus héroes no pueden ser negros. La minipizzeria en la que Spike Lee hace el delivery en un barrio que fue italiano y que ya solo es negro e hispano, está repleta de retratos de héroes italianos o, más específicamente, italoamericanos: Frank Sinatra el número uno, por supuesto. ¿De dónde surgió la costumbre de los retratos de artistas que de hecho o supuestamente han visitado un restaurante? Es de esas cosas que cuesta que sean una idea original, sino que se descubren sin querer en varios sitios a la vez. En el caso de la pizzería de Danny Aiello y su primogénito Turturro lo que desata es un orgullo racial, es la reivindicación de una identidad cultural.

El local de El Joselete era una hamburguesería que podríamos llamar temática, se llamaba Peggy Sue’s (como si esperáramos el got married de Buddy Holly, seguramente se da a entender aunque no se corresponda gramaticalmente) y que ahora vive en otros lares. Varios lares. El caso es que conserva algo del aroma de la comida rápida y te sirven los montaditos en una recreación de las cestitas con patatas fritas (aquí chips) que acompañan tantas creaciones de fast-food de los Estados Unidos (allí generalmente french fries). Rápido y rico, te dicen. En las paredes han colgado pequeños retratos finísimamente enmarcados de héroes españoles: Julio Iglesias, Plácido Domingo, José Tomás, La Roja recogiendo su copa, Severiano Ballesteros, Camilo Sesto, Montserrat Caballé, Dalí, Picasso… es como si fuera el mismo ejercicio de vindicación cultural que, realizado con un excelente gusto para el diseño, proporciona una mirada desacomplejada al casticismo y que, seguramente por primera vez en la historia reciente del país acomplejado y avergonzado de las panderetas y lo cañí como símbolo de subdesarrollo, hubiera encontrado la forma de presentarse en forma de excelencia. Hasta el flamenquillo suena estupendo en la ambientación musical sin quedar plomizamente mundano o andaluzizante.

Uno supone que la victoria en el mundial de fútbol dejó el alma acomplejada del país en paz para olvidarse de sus complejos. De hecho, la publicidad asociada al deporte ha estado reclamando cosas inusuales como «ser español ya no es una excusa». Qué entretenido. Ningún español ha pensado jamás que en España se diera mal de comer, ahora incluso está orgulloso de ser la meca de la comida no racial. A El Joselete le falta un retrato de Ferrán Adriá. ¿Y la comida y la bebida? Bien, gracias. Interesante. Vinos decentes a precios moderados, todo bonito. Una evolución del rebujito pasada por ginebra. Amables y dulces, limpísimos, blanquísimos, organizados.

 

P.D.: Advertía yo hace varias calendas, ya no sé dónde, que si el rebujito se hubiera inventado en Nueva York, sería estrella en Sex and the City. En Francia es inevitable que el rebujito se hubiera vestido como el colmo del buen gusto, aquí todavía lo tienen a la altura de la degradación del tinto por la casera. Y yo creo que es un hallazgo que inundaría el mundo de manzanilla. Pero la curiosidad malsana del internauta me lleva a descubrir que no hay nada demasiado original en la idea (vamos, lo que ocurre siempre con la creatividad, que es iteración de lo anterior) y que los británicos ya lo habían inventado el siglo pasado: el sherry cobbler. Dicho así, es finísimo. Pero rebujito suena precioso.

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